lunes, 15 de enero de 2018

No me extraña lo que pasó con Chile y el Doing Business

No me extrañó ni un poco la revelación que hizo Paul Romer, economista jefe del Banco Mundial, según la cual la metodología del famoso índice Doing Business fue alterada de tal modo que arrojara datos desfavorables para la administración Bachelet en Chile. Digo que no me extrañó porque desde hace varios años aprendí a desconfiar de todos esos "índices" que proliferan en el mercado de la información, y que pretenden mostrar mediciones numéricas y objetivas de asuntos tales como la competitividad, el clima de negocios, la libertad económica, etc.

Mi desconfianza tiene dos razones: primero, la dudosa metodología que se aplica en la construcción y el diseño de esos índices; y la segunda, el hecho de que, a mi modo de ver, ellos enmascaran un ejercicio político persuasivo como si fuera una medición objetiva.

Veamos el asunto de la metodología: la mayor parte de esos índices apuntan a medir conceptos o condiciones que no son en sí mismos susceptibles de medición técnica y objetiva. Son, además, conceptos o condiciones sobre cuya definición puede haber numerosos desacuerdos, la mayoría de ellos políticos o filosóficos. Por ello, tanto la definición del concepto o condición, como también el procedimiento para "medirlo", quedan al capricho y arbitrio de quien hace el índice. Definen entonces el concepto o condición de acuerdo con su propia filosofía y proceden luego a descomponerlo en "variables", que van a ser objeto de calificación numérica. En la inmensa mayoría de los casos, esa calificación numérica no es un ejercicio técnico sino una apreciación subjetiva. Y ello ocurre incluso en los casos en que la "variable" está asociada con números concretos. Por ejemplo: la tasa máxima de tributación de un país es una cifra concreta y objetiva: pero es irreductiblemente subjetiva la interpretación de si una tasa alta o baja es, por ejemplo, propicia para el clima de negocios. De modo que no es cierto, como dijo el Banco Mundial al reaccionar a las revelaciones de su propio economista jefe, que los indicadores de su Doing Business "...se basan en datos duros" y que "Los datos objetivos no están sujetos a influencias políticas". Los datos en sí mismos tal vez no: el uso de ellos en la construcción de un índice sí puede estarlo.

Y lo está, y allí viene mi segundo punto: estos supuestos índices son ejercicios de persuasión y argumentación política e ideológica, es decir, buscan defender un ideal y promover unas políticas. Pero al disfrazarlos y presentarlos como un ejercicio de medición se está engañando al público, y se le lleva a pensar que aquello que no es más que un argumento político es en realidad un procedimiento objetivo de medición. Y no tengo objeción con la deliberación política, ni con que se promuevan ideales de sociedad y de gobierno: pero no considero correcto que tales ejercicios argumentativos se presenten con la máscara de una medición técnica. Si a los funcionarios del Banco Mundial les parece que tales o cuales políticas son mejores para los países, que lo digan: escriban ensayos, den conferencias, participen en debates, vuélvanse YouTubers: pero no engañen al público presentando como producto científico lo que no son más que sus creencias personales.

P.D:

Sobre este tema, escribí en 2007 unas notas para el portal Dinero.com, donde hacía una crítica a los índices de libertad económica que producen Heritage Foundation y el Fraser Institute. He condensando esas notas en este ensayo. (Aclaro que yo mismo promoví en Colombia el índice de Fraser, por supuesto antes de haber hecho esas reflexiones).

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